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Desandando los caminos de la historia

Emplazada en el estado de Minas Gerais (Brasil) y surgida a partir del siglo XVII, la Estrada Real comprende tres vías: el “Camino Antiguo”, el “Camino Nuevo” y el “Camino de los Diamantes”. En total atraviesan 164 ciudades, con una extensión de 1.400 km. En esta nota, un recorrido por sus principales atractivos.

Recorrer la Estrada Real es viajar a través del tiempo, trasladarse a aquel Brasil de bandeirantes y exploradores, de yacimientos de oro y piedras preciosas, de coronas e inconfidentes, de esplendor y de ocaso.
Emplazada en el estado de Minas Gerais y surgida a partir del siglo XVII, la Estrada Real comprende tres caminos, algunos de ellos originados a partir de antiguos senderos indígenas. Fueron construidos para que la riqueza de la región -primero el oro, después los diamantes- fueran trasladados hasta Río de Janeiro, y luego a Portugal.
El primero en utilizarse fue el “Camino Antiguo”, que comunicó el puerto de Paraty con la ciudad de Vila Rica, actual Ouro Preto.
En tanto, el “Camino Nuevo” comenzó a ser transitado a partir de 1698, conectando Minas Gerais con el puerto de Río de Janeiro.
Finalmente, el “Camino de los Diamantes” unió Ouro Preto con Diamantina, siendo una de las vías de mayor relevancia estratégica para la corona portuguesa.
Hoy los tres caminos pasan por 164 ciudades mineras, transitando un total de 1.400 km.
En esta nota, un recorrido por los principales enclaves de la Estrada Real, escenarios superlativamente pintorescos y testigos de hechos determinantes para la historia del país.

OURO PRETO, PARA ENAMORARSE.
Ouro Preto es una postal con calles sinuosas y serpenteantes, escoltadas por coloridas casas bajas, de cuyas ventanas y balcones se asoman “namoradeiras”, figuras de mujeres escotadas y melancólicas que se colocan como adorno, pero que simbolizan a aquellas esclavas bonitas que años atrás esperaban la llegada de sus enamorados.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1890, la ciudad es el punto de convergencia de los tres caminos que componen la Estrada Real.
Inicialmente llamada Vila Rica, Ouro Preto (“oro negro”) recibió ese nombre por las cuantiosas piedritas de metal encontradas en el río Tripuí en 1695, que atrajeron una gran migración de “garimpeiros” (buscadores de oro y piedras preciosas).
Así, se convirtió en el centro económico y político más importante del ciclo de oro del Brasil colonial.
Asimismo, en 1789 fue escenario de la Inconfidência Mineira, movimiento independentista abortado por la colonia portuguesa que condenó a muerte al líder José Da Silva Xavier, alias Tiradentes (lo llamaban así porque, además de alférez, era odontólogo).
Ouro Preto es una ciudad para caminarla a paso lento, para detenerse en cada detalle. Sobre todo en atractivos excepcionales, como la iglesia de la Orden Tercera de San Francisco, obra maestra de Antônio Francisco de Lisboa, conocido como Aleijadinho (“el lisiadito”, ver recuadro), a quien también corresponden el frontal de la mesa del altar, el lavabo de la sacristía y los púlpitos, entre otros. También alberga obras de otro referente de la época: Manuel da Costa Ataíde. En el techo de la nave puede apreciarse la pintura de Nossa Senhora Rainha dos Anjos, considerada su obra prima.
Otro gran atractivo es la iglesia matriz Nossa Senhora da Conceiçao, proyecto de Manuel Francisco Lisboa (padre de Aleijadinho), cuya construcción fue concluida en 1746. Ambos están sepultados en esta iglesia.
En tanto, la plaza Tiradentes -la principal- data de la segunda mitad del siglo XVIII. En ella estuvo expuesta la cabeza del líder de la Inconfidência Mineira en 1792, por determinación de la justicia portuguesa. Y después de la proclamación de la República fue erigido un monumento en su honor.
Allí puede visitarse el Museo de la Inconfidência (antigua casa de la Cámara y Cárcel), donde se exhiben piezas del siglo XVIII, documentos y supuestos restos de la horca de Tiradentes, entre otros objetos.
También se recomienda una visita al Palacio de los Gobernadores, donde actualmente yace la Escuela de Minas y Metalurgia de Minas, y el Museo de Mineralogía.
Cabe mencionar que Ouro Preto es también una ciudad de artistas y artesanos; hay ateliers en predios históricos y una gran variedad de piezas artesanales realizadas en cerámica, vidrio y madera, así como utilitarios de decoración en piedra sabão (piedra jabón). También sobresalen las piedras preciosas, como aguamarinas, topacios imperiales (sólo se consiguen en esta ciudad), esmeraldas y turmalinas.

CONGONHAS: ARTE Y PEREGRINACION.
Congonhas se desarrolló a partir de la gran cantidad de oro descubierto en el río Maranhão, en el siglo XVIII. Actualmente, su gran atractivo es el conjunto arquitectónico y paisajístico Santuario del Buen Jesús de Matosinhos -declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1985-, conformado por una iglesia, un atrio con esculturas de los doce profetas del antiguo testamento realizadas en piedra jabón y seis capillas con escenas de la Pasión de Cristo, las que albergan 64 figuras en cedro, esculpidas y pintadas. Todo es obra de Aleijadinho.
El lugar se tornó un punto de peregrinación, donde los fieles se congregan cada septiembre. Asimismo, en Semana Santa se representa la pasión de Cristo.

TIRADENTES, CUNA DE LA INCONFIDENCIA.
Las Santa Rita pintan de colores y dominan la fotografía de Tiradentes, una de las ciudades con el centro histórico mejor preservado del periodo colonial.
Calles empinadas de piedra, casas antiguas con jardines en su parte trasera, iglesias, agradables posadas, restaurantes, ateliers y tiendas de artesanías completan el apacible entorno de este encantador enclave. Y un dato para tener en cuenta: comer allí vale lo mismo que en París.
No hay excusas para no pasar por el “chafariz” (fuente) de São José, de estilo barroco, construido en 1789 por la Cámara Municipal. Es conocido también como “fuente de la felicidad”, ya que tiene tres bocas y se dice que al beber agua de ellas se garantiza amor, salud y dinero, respectivamente.
Cerca de allí se encuentra el Museo del Padre Toledo, donde en 1788 fue realizada la primera reunión de los Inconfidentes.
También son parada obligatoria las iglesias, como la de Nossa Senhora do Rosário dos Pretos y la Matriz de Santo Antônio, que datan del siglo XVIII. Esta última es una de las que tiene mayor cantidad de oro en la decoración, y el diseño de la fachada es de Aleijadinho.
Por otra parte, se recomienda el paseo María Fumaça. Se trata de un recorrido de 12 km. con locomotoras centenarias del ferrocarril oeste de Minas Gerais, que llega hasta São João del Rei, bordeando el río Das Mortes y el cerro São Jose.

Contenido exclusivo de la webSÃO JOÃO DEL REI: EL NUEVO BARROCO.
Situada entre Paraty y Ouro Preto, fue un importante polo de intercambio de mercaderías hasta el siglo XIX.
En la calle Santo Antônio, de casas antiguas y trazado sinuoso, se puede tener una idea de cómo era São João del Rei en el periodo colonial.
La iglesia de San Francisco de Asís es la más destacada. Data de 1774, con proyecto original de Aleijadinho, quien introdujo la primera modificación al barroco, ya que incorporó una torre redonda y paredes curvas. Toda una transgresión para la época.
Esta fue su primera iglesia, seguida por las ya mencionadas de Ouro Preto y Congonhas.
Por otra parte, el solar Das Neves es uno de los mejores conservados y bonitos, perteneciente a la familia del ex presidente Tancredo Neves.
Asimismo, hay varios museos que se pueden visitar, entre ellos el Regional y el de la fábrica de objetos de estaño John Somers.

 

PARATY: UNA OPCION CON PLAYA.
El puerto de Paraty fue el nexo entre el litoral y el centro de Minas. Y cuando el oro se agotó, fue sustituido por el café, que a partir de 1800 aportó riquezas a la región.
En Paraty se pueden visitar antiguas iglesias, así como asistir a fiestas religiosas que reviven viejas tradiciones.
El centro histórico está repleto de construcciones de los siglos XVIII y XIX -se destacan los edificios del Ayuntamiento, la antigua cárcel y la Casa de la Cultura-, y calles pavimentadas con piedras irregulares.
Las casas son en su mayoría bajas (se utilizaba la planta baja como depósito y la alta como vivienda), con paredes gruesas, muchas ventanas y faroles en la fachada. Muchas de ellas hoy funcionan como posadas, restaurantes, bares, tiendas y ateliers.
En cuanto a la costa, su litoral accidentado ostenta decenas de playas, aunque las más bonitas y preservadas están distantes del centro. Algunas tienen acceso por barco, o a través de caminatas por senderos.
Cabe mencionar que Paraty posee una gran diversidad de fauna marina, por lo que resulta ideal para el buceo.


DIAMANTINA: BRILLO COLONIAL.
Conocida inicialmente como Arraial do Tijuco, la ciudad pasó a llamarse Diamantina por la gran cantidad de diamantes encontrados en la región, extraídos por la Corona Portuguesa en el siglo XVII.
Es tierra de Xica da Silva, esclava mulata que revirtió su condición en la sociedad al unirse con uno de los hombres más poderosos de Diamantina.
En la ciudad -que fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1999- se recomienda visitar las iglesias Nossa Senhora do Carmo, San Francisco de Asís y Nossa Senhora das Merces; la casa de Xica da Silva; la capilla Imperial do Amparo; la casa de Glória (construcción histórica) y el mercado municipal.


MARIANA: LA PRIMERA CAPITAL.
Al finalizar la guerra de los Emboabas -en 1709-, el poblado fue declarado primera capital de la capitanía de San Pablo y Minas de Ouro, condición que mantuvo hasta el cambio de la administración para Vila Rica, en 1720.
Además de la relevancia política, Mariana tuvo un gran desarrollo económico a raíz del descubrimiento de oro, adquiriendo destacadas construcciones religiosas y civiles, además de ser la primera ciudad planificada de Minas Gerais.
Hoy pueden visitarse edificaciones históricas, como la casa del poeta Alfonso de Guimarães. Asimismo, la plaza Minas Gerais alberga un conjunto arquitectónico barroco, conformado por la antigua municipalidad, la iglesia Nossa Senhora do Carmo y la de San Francisco de Asís, donde Ataíde realizó trabajos de dorado en el retablo del altar mayor y las pinturas del techo de la sacristía, y está enterrado en una de las 95 sepulturas que se encuentran en el piso de la iglesia.
Y en frente está el pelourinho, característico de la época colonial, donde se castigaba a los criminales.

EL LISIADITO

Antonio Francisco Lisboa (1730-1814), conocido como Aleijadinho, fue un escultor y arquitecto brasileño, considerado el mayor representante del estilo barroco en Minas Gerais (barroco minero) y de las artes plásticas de Brasil. Incluso, para algunos investigadores es el mayor exponente del barroco latinoamericano. Hijo del maestro de obras portugués Manuel Francisco da Costa Lisboa y de una esclava africana, su obra escultórica fue realizada en diversos materiales, aunque la piedra jabón fue la característica de la época y la región. Aproximadamente a los 40 años comenzó a desarrollar una enfermedad degenerativa de los miembros, por lo que los movimientos y habilidades de sus manos se fueron reduciendo. A tal punto que para poder trabajar sus ayudantes le amarraban las herramientas a los brazos y manos. De este padecimiento surgió su apodo, que significa “lisiadito". Por otra parte, se lo considera un iniciado en la masonería. Los símbolos que colocaba en las puertas de las iglesias y los altares así lo demuestran.

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