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Bologna bien vale una mesa

Con el apoyo permanente del Enit y de la Región de Emilia Romagna pudimos visitar Bologna, una ciudad que reúne todos los méritos para inscribirse en cualquier itinerario por Italia. Inmersa en una privilegiada zona productiva, esta ciudad de tintes medievales tiene mucho para los visitantes, comenzando por una excelente gastronomía y siguiendo con una rica historia que la dotó de impresionantes monumentos. A ello se suman los atractivos dedicados a los amantes de los autos.

Si bien en el plano turístico a veces es relegada, Bologna reúne todos los méritos para inscribirse en cualquier itinerario por Italia. Su distinguida impronta está compuesta por una rica historia, grandes monumentos, la vitalidad de su estudiantado y una condición sine qua non para cualquier destino que quiera pretenderse “turístico”: una gastronomía simple y de excelencia. Si a ello le sumamos una ubicación estratégica, justo a mitad de camino entre Venecia a (150 km.) y Florencia (a 90 km.), la escala tiende a la inevitabilidad.

MARCO DE SITUACION.

Bologna es una de las ciudades históricas mejor conservadas, testimoniando un largo dominio pontificio –perteneció al estado papal desde 1361 hasta 1860, período interrumpido por su anexión por parte de las fuerzas napoleónicas a fines del siglo XVIII– y su carácter comercial, gracias a los numerosos canales por donde circulaban las mercaderías. Hoy en día todas esas vías fluviales han sido soterradas, salvo una, que se puede apreciar a través de una pequeña ventana sobre la calle Piella.

Su centro cuenta con alrededor de 40 km. de veredas cubiertas bajo arcadas, que así fueron planificadas para construir una mayor superficie sin perjudicar el paso peatonal. Esto también se agradece en los días de lluvia.

En las edificaciones prevalecen los colores rojizos. Bologna se ha ganado el mote de “la Roja” por ello, pero también por su tradición política: eje clave del movimiento obrero, socialista y comunista, sus representantes suelen ganar las elecciones municipales.

Diseminadas por todo su territorio, en la ciudad se erigen unas 20 torres medievales, cuya función primordial era defensiva. Las más famosas se llaman Garisenda (48 m., de finales de siglo XI) y Asinelli (97 m., levantada en el siglo XII), que en principio parecen extenderse en paralelo, pero una mirada más cercana revela sus disímiles inclinaciones. Los visitantes pueden subir a Asinelli todos los días; la entrada cuesta 3 €. Por otro lado, y como curiosidad, cabe indicar que la torre Prendiparte es actualmente un bed & breakfast.

La plaza principal guarda a otro de los grandes símbolos de Bologna: la Fuente de Neptuno, con su tridente apuntando al cielo, finalizada en 1567. Enfrente está el Palazzo Comunale (actual Ayuntamiento), donde resalta la escultura del papa Gregorio XIII, quien era boloñés y cuyo máximo legado fue la implementación del actual calendario “gregoriano”.

A pocos metros se encuentra la iglesia de San Petronio, que guarda varias curiosidades. En primer lugar hay que decir que cuenta con un crucero trunco, ya que el papa Pío IV –en contra de la construcción– decidió erigir un palacio sobre un sector del terreno destinado a la iglesia. Proyectada en 1390 y erigida en muchas etapas hasta el XVII, su ecléctica fachada está revestida por mármoles en la parte inferior, mientras que la zona superior quedó inacabada.

En su amplio interior gótico se cuela un estrecho rayo de sol, que proyecta un círculo de luz sobre una cinta numerada: se trata de un original reloj solar. En el fresco Quattrocento, en la capilla Bolognini, se reproduce una impactante y llamativa imagen: se trata de una semblanza del Día del Juicio Final, dominado por una Bestia Negra y un Mahoma herido y desfalleciente. Polémica, sí, y muy interesante.

BOLOGNA LA DOCTA.

En Bologna sólo viven 400 mil habitantes –un millón si contamos los alrededores– y 100 mil de ellos estudian en la universidad.

Bien sabido es que esta casa de estudios es el gran orgullo de la ciudad: fundada en 1088, la Universidad de Bologna es la más antigua del mundo. Lo primero que se enseñó allí fue derecho religioso y hoy reúne 22 facultades.

Su primera sede oficial, desde 1560, es la Biblioteca Communale del Archiginnasio, que está abierta a las visitas. Las paredes y techos de los pasillos están recubiertos de escudos heráldicos que testimonian el paso de docentes y estudiantes de orígenes tan diversos. Entre sus instalaciones resalta el Teatro Anatómico, una sala completamente en madera, con tallas de los médicos más destacados de la Universidad como testigos de las clases de anatomía humana y disección. En tanto, el aula magna sorprende con la escultura de una enorme águila bicéfala y su biblioteca de incunables.

Entre los boloñeses célebres están el cineasta Pier Paolo Pasolini y la cantante Rafaella Carra, pero serán Guillermo Marconi y Luigi Galvani quienes se destacaran en el campo del estudio. En la Universidad de Bologna fue donde Marconi llevó a cabo los primeros experimentos acerca del empleo de ondas electromagnéticas para la comunicación telegráfica; mientras que Galvani fue erigido como el mejor exponente académico: frente al Palacio del Archiginnasio, una plaza lo inmortaliza con su figura en mármol realizando uno de sus famosos experimentos con ranas.

BOCATO DI CARDINALE.

¿Spaghetti alla bolognesa? Craso error. Aquí la tradición –inflexible en este punto– indica que la salsa bolognesa debe acompañarse de tagliatelle. O como mucho, con lasagna o polenta. Pero nunca con spaghetti. Y no será como la bolognesa que conocemos en estos pagos, sino que la receta local –la carne molida, acompañada por tomate y vino tinto, debe cocinarse por tres horas– nos entregará una preparación más sutil y de gusto concentrado.

La gastronomía de Bologna está bendecida por una ubicación privilegiada, con producciones cercanas de múltiples delicias campestres. El respeto por la comida se refleja en otros productos dilectos como las pastas rellenas, donde se destacan los tortellini y los tortelloni (consumidos incluso en sopas); las costeletas de cerdo con salsa de jamón y queso; y los chacinados, pudiendo descubrir o redescubrir el delicioso sabor original de la –muchas veces menospreciada– mortadela.

En este aspecto, el pasaje Pescheria Vecchie –a pasos de la plaza principal– guarda agradables sorpresas, con mercados y tiendas de delicatessen. Entre ellas, se recomienda La Baita Formaggi. En cuanto a restaurantes, Osteria del Cappello (que data de del año 1375) es una gran opción a buen precio, donde se pueden acompañar estos platos con vinos locales Sangiovese (tinto) o Pignoletto (blanco).

A TODA VELOCIDAD.

Si por las razones recién mencionadas muchos inscriben a Bologna dentro de un “food valley”, por las cercanas industrias automotrices también se la incluye dentro del “motor valley”.

En las afueras de la ciudad, el Museo del Patrimonio Industrial guarda un capítulo dedicado a esta actividad, con exponentes de marcas del pasado y el presente, como Minarelli, Osca, Morini, Ducati y Maserati (justamente el logo de esta automotriz se inspira en el tridente de Neptuno).

Más específicamente, el Museo Lamborghini –un verdadero paraíso para los amantes de los autos– se encuentra en la localidad de Sant’Agata Bolognese, a 35 km. de Bologna, justo al lado de la fábrica. Mientras que quienes prefieran las dos ruedas podrán visitar el Museo Ducati, al oeste de la ciudad, para conocer más acerca de la evolución tecnológica de las motos.

También se recomienda recorrer la ciudad de Imola (a 39 km. de Bologna), que cuenta con múltiples atractivos –como su fortaleza o el Palazzo Tozzoni– y la pista donde se corría el GP de San Marino de la Fórmula 1.

Finalmente, la exhibición internacional MotorShow, que congrega a cerca de un millón de visitantes cada año, reúne lo mejor de la industria automovilística. Se celebra a principios de diciembre en la Fiera di Bologna.

Datos útiles

Cómo llegar: a Bologna llegan los trenes de alta velocidad Frecciarossa, desde Florencia (37 minutos), Milán (65 minutos) y Roma (137 minutos). A ellos se suman los trenes regulares. En avión, el aeropuerto Guglielmo Marconi es el más grande de la provincia de Emilia-Romagna, ubicado a 6 km. del centro de Bologna.

Clima: la mejor época para visitar Bologna es la primavera (de abril a junio). Los veranos son bastante calurosos, y en enero y febrero puede nevar.

Donde alojarse: Bologna cuenta con cientos de hoteles, entre ellos una treintena de 4 y 5 estrellas. Si bien muchos están orientados al público corporativo, durante los últimos años crecieron las opciones dedicadas a los pasajeros vacacionales.

Informes: www.bolognawelcome.it/www.motorvalley.it.

Agradecimientos especiales: Región Emilia Romagna y ENIT Buenos Aires, Zan Hotel, Osteria del Capello.

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