A la hora de planificar unas cortas vacaciones con niños –tres a cuatro días lejos del mundanal ruido–, las variables a analizar juegan un entretenido partido en las cabezas de madres y padres. Que si el destino es apto para los más pequeños, que si se aburrirán, que si la pasarán bien, que las asistencias al viajero para todos, que si el hotel es apto para niños, etcétera. De todas estas alternativas, la única a la que yo le pongo atención –yo, padre de dos pequeños revoltosos de cinco y siete años– es a la siguiente: “El hotel, ¿cuenta con piscina?”. Y si el clima en el destino es variable, la pregunta muta a: “¿Cuenta con piscina climatizada y cubierta?”.
Días de absoluta relajación, aun con niños
Es así nomás: a los pequeños demonios sólo los calma el agua y, quizás en ese medio acuático, nosotros, los padres, también encontremos ciertos momentos de relajación en compañía de nuestros adorados hijos.
No obstante, hay alternativas que superan ampliamente mi resumida demanda de hotel con piscina climatizada y cubierta. Probados y aprobados: el destino, Colonia del Sacramento; y el establecimiento: Radisson Colonia del Sacramento.
El Radisson Colonia del Sacramento es, según mi perspectiva, el hotel con la mejor ubicación del enclave.
Este coqueto establecimiento se ubica a escasos 100 m. del Barrio Histórico, declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad por la Unesco en 1995. Emplazado sobre el Río de la Plata, a 200 m. del Puerto de Yates, el Radisson Colonia del Sacramento ofrece además hermosas vistas de la bahía de Colonia y uno de los mejores atardeceres de Uruguay.
Además de su entorno de inestimable interés, la propiedad cuenta con 75 habitaciones de primer nivel internacional, divididas en categorías Standard (con vista al patio interior), Superior (con vista a la calle), De Luxe (al río) y Junior Suite (con jacuzzi, doble ventanal y vista al río). Además, cada habitación está equipada con sommier, aire acondicionado, secador de pelo, frigobar, conexión a Internet, radio-reloj, TV, cofre de seguridad y cafetera.
A ello debe sumarse la definición de Bruno Sena, gerente general del establecimiento: “El hotel es de marca internacional, razón por la cual cumple con exigentes estándares de calidad. Entre nuestras fortalezas destacamos la de intentar superar las expectativas de los huéspedes, en un entorno magnífico. Aspiramos a que cada uno de los integrantes de nuestro staff tenga con nuestros huéspedes un trato excepcional”.
En efecto, la familia fue cálidamente recibida y conducida a su amplia y confortable habitación, adonde dejó sus valijas y se preparó para el siguiente stop, propuesto por los más pequeños luego de haberse asomado al balcón: “¿Vamos a la playa?”. Por alguna razón meteorológica que escapa a mis conocimientos, las aguas del río estaban en retirada, lo que dejaba a la vista una extensísima y bella playa, teñida de hilos dorados por los últimos destellos de sol, que invitaba a ser recorrida. Afuera hacía frío, factor que de todos modos no nos impidió bajar a la arena.
Allí fuimos los cuatro a celebrar nuestra caminata, mientras contemplábamos uno de los más bellos atardeceres de este lado del mundo. El agua del río permanecía lejana, y en esa plena concordia nos encontrábamos, cuando de pronto las demandas infantiles comenzaron a aflorar: “Papá, quiero meterme al agua”, dijo nuestro niño mayor. “No, hijo, hace demasiado frío. Sólo nos vamos a quedar caminando aquí sobre la arena”. “¡Pero si me invitaste a venir a la playa!”, dijo en un tono de vos algo subido para, paulatinamente, mutar en llantos y gritos: “¡Si me dijiste que veníamos a la playaaaaaaaaaaaa…! ¡Buaaah! ¿Por quééé´? ¡Sos muy malo conmigooo! ¡Buaaah!”.
Gracias al Universo, el Radisson Colonia del Sacramento se encuentra a pasitos de todo: también de esa hermosa playa. Trunco como quedó el paseo, nos dirigimos nuevamente al hotel, bajo la promesa de que, si cesaba ese tsunami de llantos y gritos que enterraban en el infierno el sosiego de Colonia, iríamos a la piscina climatizada.
Fue allí, al atravesar la puerta de la habitación para calzarnos nuestros trajes de baños, que supusimos que parte o todo el staff del Radisson Colonia del Sacramento se habría interiorizado de nuestro problema con el pequeño demonio, y habría operado en nuestro favor: en una mesa del cuarto nos esperaba una bandeja con exquisitos bombones, y una tarjeta con el pronóstico del tiempo para el día siguiente, con un hermoso calificativo de “Soleado”. Todo vestigio de bronca y llanto en la cara del niño quedó tapado de chocolate, dulce de leche y muchas risas y ganas de “ir a la pile”.
Así, en familia, chochos de la vida, nos dimos mil chapuzones en la piscina cubierta y climatizada, seguros de que los días subsiguientes estarían colmados de grandes momentos como éste.
UN GRAN DESAYUNO Y UNA HISTORIA DE PIRATAS.
Al día siguiente, temprano por la mañana, desayunamos opíparamente mientras contemplábamos la bella vista de la bahía. El desayuno es buffet y de nivel internacional, razón por la cual a los niños y a mí no nos daban las manos para probar todas las alternativas del menú en un solo desayuno: que huevos revueltos, que panceta, que variedad de quesos y fiambres, que pan casero, que facturas, que frutas de todos los colores…
Con el estómago lleno y el corazón contento, nos dirigimos a recorrer el Barrio Histórico, declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad, y ubicado a escasos 100 m. del hotel.
Poco a poco, nos fuimos enterando que Colonia del Sacramento fue fundada en 1680 por el portugués Manuel Lobo; que la ciudad pasó del dominio portugués al español varias veces, hasta la Declaratoria de Independencia de la Banda Oriental en 1825; y que estos sucesos hicieron del Casco Histórico de la capital coloniense un crisol de estilos arquitectónicos y urbanísticos en el que conviven estilos típicamente portugueses con viviendas de porte español. También, y para tener muy en cuenta cuando arrecia el hambre: que la avenida principal, General Flores, alberga la mayor cantidad de “locales gastronómicos hipercalóricos”, donde se sirven desde suculentos platos de milanesas con papas fritas hasta pizzas y chivitos al pan o al plato.
En el Casco Histórico nos divertimos de lo lindo, corriendo de aquí para allá, inventando historias de piratas y fantasmas, montando los cañones de la muralla para dispararles a imaginarios barcos invasores.
VOLVIENDO A BAJAR LOS DECIBELES.
Al regresar, y para relax también de los padres, nos hicimos una escapada al Kids Club, que despliega diversas actividades que aseguran la diversión para los más pequeños de la familia.
No obstante, el punto fuerte de esa hermosa jornada lo dio el restaurante Del Carmen, cálido refugio del hotel que cuenta con una privilegiada vista a la bahía de Colonia. Con capacidad para 120 comensales, este espacio sabe combinar a la perfección los exponentes de la gastronomía local con jerarquizados toques de la cocina internacional.
Una vez más, la magia del Radisson Colonia reapareció para salvarnos. Tras hacer el pedido, nuevamente los niños volvieron a ponerse intensos y demandantes: mientras uno de ellos jugaba con dos copas, el otro armaba una catapulta con un tenedor y miguitas de pan, a lo que siguió la etapa “tironeo de cabello entre hermanos”. Nuestras caras –la de mi compañera y la mía– comenzaron a desencajarse. El mozo, superhéroe de los padres, palpó que estos dos pequeños pergeñaban algo grande en materia de desbarajuste, y así fue como desenvainó un lapicero con infinidad de lápices de colores y un par hojas con los personajes de la película “Toy Story”. La calma se apoderó de esa fantástica noche: mientras los niñitos coloreaban las imágenes y deglutían su menú infantil, los papis disfrutábamos de un lomo salteado con papas picantes proveniente de otra galaxia y unos increíbles raviolones de calabaza; todo regado con un intenso vino tannat. Afuera, la luz de la luna teñía de blanco las aguas de la bahía.
Reír, descansar, relajarse en la piscina climatizada o en el hidromasaje, cenar tranquilos en un marco insuperable. Y todo esto hacerlo en compañía de nuestros hijos pequeños, ¿qué más se puede pedir? Según queda demostrado en este humilde relato, hotel y staff funcionan unidos, como una maquinaria de relax y placer que parece saber de antemano qué necesidades hay que satisfacer.
Ubicación: está ubicado a 100 m. del Barrio Histórico, declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad. Está emplazado sobre el Río de la Plata, a 200 m. del puerto de Yates.
Instalaciones: dispone de 75 habitaciones totalmente equipadas.
Informes: www.radissoncolonia.com
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