Hagamos un pequeño test: ¿Las palabras “vacaciones” e “invierno” te resultan casi contradictorias? Cuando te hablan de tomarse unos días, ¿te imaginas inmediatamente paisajes de playas con palmeras? ¿Descansar para tí es sinónimo de estar tirado al sol con los pies descalzos en la arena?
Brasil: cinco playas para escapar del invierno
Las playas de Brasil ofrecen varias ventajas en temporada baja. Aquí algunas sugerencias y consideraciones para quienes prefieren huir del frío del invierno.
Si las respuestas fueron afirmativas, no cabe duda de que lo mejor que puede recomendarle para estos meses es escaparse del frío. En ese caso, Brasil ofrece varias opciones, aunque hay algunos detalles –empezando por la temperatura y las lluvias– que conviene tener en cuenta a la hora de vender Brasil en temporada baja.
Aquí, de sur a norte, una guía de cinco playas ideales en Brasil para quienes quieren huir del invierno.
1- Búzios, cerca
La distancia es una de las razones para elegir este destino. Está a 190 km. de Río de Janeiro, ciudad a la que se puede llegar en vuelo sin escala desde Aeroparque en apenas tres horas. Sacando cuentas y siendo optimistas, seis horas después de salir de casa su pasajero estará mirando el mar caipirinha en mano.
La desventaja: no hay garantía de calor. Pero yendo a los números hay motivos para ser optimistas. La temperatura máxima promedio es de 24ºC, mientras que la mínima ronda los 19ºC y las lluvias son escasas. Promedios más que aceptables para el termostato argentino.
Además, Búzios cuenta con un particular microclima que lo beneficia con un promedio de días de sol dos veces mayor que el del vecino municipio de Río y tres veces mayor que Angra dos Reis. Tanto es así que hay quienes comercializan el destino con “seguro de sol”.
Y los puntos a favor son muchos. Búzios es hermoso, sus playas son diversas, y aun si no hace un calor de verano es un muy buen plan alquilar un jeep y recorrerlas para tomar sol y caminar a orillas de su mar verde.
Las aguas calmas de Ferradura, una João Fernandes mucho más tranquila que en el verano, Geribá con sus espacios amplios y olas grandes, son algunas de las preferidas. También es buena opción llegar hasta João Fernandinho a pie, o –por qué no– hasta Azeda en lancha, para disfrutar de su mar cristalino.
Otra gran alternativa es tomar un paseo en barco, que invita a recorrer las playas disfrutando del paisaje y del sol. Además de la tradicional excursión, otra alternativa a tener en cuenta son los taxis lancha, que pueden llevar al viajero al punto de la península que más le guste en un original paseo.
En Búzios , además, las opciones gastronómicas y de compras son encantadoras: la famosa Rua das Pedras, a la vez descontracturada y chic, siempre parece dispuesta a proponer alguna sorpresa. Los meses de invierno tienen la innegable ventaja de ahorrar al viajero las filas para cenar, y los famosísimos crepes de Chez Michou –escala obligatoria para quienes visitan el destino– se saborean con menos culpa si por las noches refresca.
Finalmente, desde Búzios, Río de Janeiro es una alternativa cercana, cómoda y siempre interesante. Los que no conocen no pueden dejar de tomar una excursión de un día, y quienes ya hayan visitado la Ciudad Maravillosa seguramente recordarán ese rincón al que sueñan con volver, o ese lugar que les quedó sin recorrer.
2- Dos en uno en Porto Seguro y Arraial d´Ajuda
En el litoral sur del estado de Bahía, Porto Seguro y Arraial d’Ajuda son casi dos destinos en uno, muy cercanos pero también muy diferentes.
Para decirlo sin vueltas, Porto Seguro es masivo, con grandes resorts, imponente infraestructura en las playas, donde los viajeros buscan –y encuentran– fiesta, y la música suena las 24 horas. Para quien busca diversión, éste es el destino perfecto.
Ahora bien, si buscas algo más relajado, romántico, rústico o tranquilo, Arraial es el lugar indicado, teniendo en cuenta que desde allí también se puede acceder fácilmente a todos los puntos de interés de la zona.
Además, a unos 40 minutos más de viaje (26 km. de Porto), Trancoso ofrece un paisaje algo diferente y varios hoteles y pousadas que se suman al impecable Club Med.
Sobre el clima en esta zona conviene decir que de mayo a julio las precipitaciones aumentan, aunque es probable que las vacaciones alternen momentos de lluvias con otros de sol. La temperatura media va de los 24 ºC a los 26 ºC, y pueden esperarse picos ideales para un día de playa.
En Porto Seguro, las playas se caracterizan por la presencia de las populares barracas –paradores– que ofrecen bares, restaurantes, escenarios con animación desde los que se invita a bailar, masajes, banana boats, tiendas y varios etcéteras que entretienen durante todo el día. Quizá la más conocida sea Taperapuan, donde se encuentra Axé Moi, que se promociona como la mayor estructura de playa de Brasil. Para darse una idea basta decir que este complejo tiene 200 empleados, 1.500 sombrillas y unas 6.000 reposeras, y los shows comienzan a las 9 de la mañana. No se paga entrada, solamente los consumos.
El panorama es completamente distinto del otro lado del río Buranhem, en Arraial, donde se llega en una travesía de 15 minutos de ferry. Allí aparecen las playas de Apaga Fogo, Araçaípe y Mucugê, con barreras de arrecifes que dependiendo de las mareas tornan sus aguas sumamente tranquilas. Siguen Pitinga, Taípe y Río da Barra, con acantilados arcillosos, menos frecuentadas y también con mayor oleaje.
Durante el día pueden realizarse paseos de barco, circuitos ecológicos, visitas a reservas indígenas y hasta disfrutar de un imponente parque acuático.
Quien elija este destino deberá saber también que fue aquí donde los portugueses desembarcaron por primera vez en Brasil. Por eso no se puede dejar de dedicar algunas horas al Centro Histórico que, sobre un acantilado, abriga el llamado Marco do Descobrimento –memorial traído desde Portugal en 1503–, la iglesia de Nossa Senhora da Penha, la del Outeiro da Glória (s. XVII) y la Casa de la Câmara y antigua cárcel, hoy con un museo totalmente restaurado.
Por la noche, en Porto la diversión pasa por la Passarela do Álcool, cercada de puestos que venden bebidas –entre las que se destaca la infaltable capeta, con vodka, guaraná y leche condensada–, además de tiendas de artesanías y recuerdos. La diversión sigue en las fiestas en la playa, con fogatas y más música en vivo.
En Arraial, en cambio, la noche se desarrolla sobre la calle principal, una peatonal empedrada conocida con el irónico nombre de “La Broadway", donde tampoco faltan los bares, restaurantes, ni la música en vivo, aunque con otro ritmo.
3- Praia do Forte, el paraíso ecológico
Una pequeña iglesia blanca y celeste pegada al mar, las ruinas de un imponente castillo, una base del Projeto Tamar –dedicado a la protección de las tortugas marinas–, un faro blanco, resorts y un pintoresco pueblito con posadas coquetas, locales de ropa y artesanía, y bares y restaurantes para todos los gustos, conforman básicamente la lista de lo que se puede encontrar en este destino situado a unos 70 km. al norte de Salvador, en el estado de Bahía.
Allí, la playa regala ese paisaje soñado de abundantes palmeras recostadas sobre la arena dorada. Las aguas son cálidas y las piscinas naturales que se forman con la marea baja hacen que sea posible nadar rodeado de pececitos de colores. Las más frecuentadas son las de Papa Gente y Lord, donde se puede nadar plácidamente o, mejor aún, entretenerse con máscaras de esnóquel.
Pero aún si le tocan algunos días nublados –sí, acá también el invierno es temporada de lluvias, pero suelen ser pasajeras y no logran que el termómetro baje de los 21ºC, con máximas de 26ºC o 27ºC–, las posibilidades son varias.
Una es visitar el Castillo Garcia D’Avila, cuya construcción comenzó en 1551, y es considerada la primera edificación portuguesa de arquitectura residencial militar y la única de características medievales en Brasil. Hoy, sus ruinas, ofrecen hermosas panorámicas del mar a través de magníficos arcos de piedra.
En la base del Projeto Tamar se puede ver el trabajo que realizan los biólogos para preservar a las tortugas marinas.
También en esta playa se encuentra el instituto Baleia Jubarte, que monitorea y trabaja por la conservación de estas ballenas. Cabe destacar que quienes visiten estas costas entre julio y octubre coincidirán con la época de su llegada: Praia do Forte es un área de conservación y reproducción donde pueden hacerse paseos embarcados para avistarlas.
Paseos a caballo o en bicicleta por caminos en medio de la vegetación que llevan hasta riachos o lagunas, travesías en cuatriciclo por la reserva ecológica de Sapiranga, o –para los amantes de opciones más extremas– tirolesa, vuelos de parasail y la posibilidad de deslizarse por ríos con saltos en salvavidas gigantes que hacen las veces de gomones, son otras actividades que se pueden realizar aunque el sol se esconda.
Al caer el sol, las ruedas de capoeira, el samba de roda y el maculelé son algunas de las expresiones folclóricas que deslumbran a los visitantes. Las vendedoras bahianas, vestidas de blanco y con sus “tabuleiros” se instalan en las calles para ofrecer sus delicias, entre las que son imperdibles el acarajé y las cocadas. Placitas, ferias de artesanías, tiendas de ropa y de decoración, también invitan a entretenerse un rato. Por las noches los bares y restaurantes ofrecen música en vivo.
Si el clima se complica, Salvador es una opción muy cercana para pasar el día. Allí las alternativas son infinitas: su centro histórico, iglesias, museos, parques, mercados, centros comerciales, restaurantes de sabrosa gastronomía local, y su fuerte impronta cultural, que abarca desde la religión hasta la música, siempre teñidas de la increíble influencia africana. La primera capital de Brasil nunca defrauda.
4- Pipa, con pronóstico reservado
En el estado de Rio Grande do Norte, Pipa tiene una ubicación geográfica privilegiada que garantiza calor y el destino asegura que cuenta con 300 días de sol al año. Sin embargo conviene saber que en la temporada de lluvias –entre abril y junio–, las poco abundantes precipitaciones de la zona pueden obstinarse en caer todas juntas y el sol puede brillar por su ausencia durante varios días.
Además, hay que reconocer que no es un buen lugar para estar con lluvia. La oferta de actividades es al aire libre y el acceso a las mejores playas requiere de varios minutos de caminata que, bajo el agua, puede tornarse algo tedioso.
Sin embargo, su paisaje es tan increíble que no se puede dejar de incluir entre las recomendaciones.
Las playas de Pipa son deslumbrantes; grandes bahías rodeadas de acantilados arcillosos pintados en una paleta de ocres brillantes, por tramos cubiertos de vegetación; algunas sembradas de coqueros, otras cubiertas de reservas de Mata Atlántica. Las aguas de algunas son más agitadas –Praia do Amor– mientras que en otras las olas son suaves –do Curral–. En la Praia do Centro, donde las mesas con sombrillas de los bares se abigarran sobre la arena, las mareas forman una curiosa laguna que regala un paisaje mutante.
Pero las estrellas indiscutidas del destino son los delfines que se acercan todos los días a las playas do Curral –más conocida como Baía dos Golfinhos por sus ilustres visitantes– y Madeiro para alimentarse y jugar muy cerca de los asombrados bañistas. No es raro ver el escurridizo cuerpecito plateado de un pez que salta hacia aguas bajas intentando salvar su vida, seguido de uno o dos delfines hambrientos. También se puede verlos haciendo piruetas, persiguiéndose y saltando para luego dejarse caer panza arriba sobre las olas.
Las tortugas marinas también eligen estas costas para desovar, en particular la llamada Praia das Minas, donde se puede ver ejemplares que llegan para enterrar sus huevos o a los pequeñitos saliendo de la arena tras romper los cascarones en carrera hacia el mar.
Paseos en jeep por las playas, travesías en kayak por los manglares para conocer su curioso ecosistema y paseos en barco para ver de cerca los delfines o apreciar el atardecer desde el agua son otras de las opciones.
Por las noches la oferta es variada: abundan los restaurantes con platos típicos, las creperías y pizzerías, algunos con música en vivo. Las fiestas siguen hasta la madrugada, a veces en un barco-bar recostado sobre la arena, otras en el “forró” o en un bar de reggae, dependiendo del día.
5- Jericoacoara en su mejor momento
Ya más al norte, en el estado de Ceará, la playa de Jericoacoara es conocida por su belleza agreste. Lo que no todos saben es que el verano austral coincide con su temporada de lluvias, por lo cual los meses de invierno son la mejor época para disfrutar de su mar y su duna, famosa por entregar una de las puestas de sol más hermosas de Brasil. Las temperaturas mínimas rondan los 25ºC y las máximas se clavan en 30ºC, mientras que las lluvias son escasas.
A unos 300 km. de Fortaleza, el acceso a este Parque Nacional debe hacerse en 4x4 por las dunas o por la playa. Una vez allí, los días de sol son perfectos para caminar hasta la Pedra Furada, en un recorrido que toma aproximadamente una hora. La formación rocosa, que se convirtió en símbolo del destino, también está de “temporada alta” en estos meses, porque quienes visiten Jeri entre el 15 de junio y el 30 de julio tendrán la oportunidad única de ver el sol hundirse en el mar justo en el hueco del arco que forma la piedra y obtener la foto perfecta, algo que ocurre solamente entre esas fechas.
Las caminatas pueden llevar al viajero hasta la pequeña iglesia de piedra construida por los nativos, desde cuya torre se puede contemplar la playa en toda su extensión.
Otro paseo, este ideal para hacer a caballo, es el que conduce al faro que se encuentra sobre una elevación de unos 100 m. y permite obtener una panorámica de 360º de las playas.
Hacia el oeste, a unos 5 km. de la villa, se puede visitar un sitio interesante: Mangue Seco, que debe su nombre a la curiosa vegetación típica pero seca y semienterrada en la arena, convertida en una especie de bosque fantasma de color grisáceo. Un poco más adelante es necesario atravesar un pequeño río y en el mangue (esta vez vivo) se pueden apreciar pequeños y delicados caballitos de mar. Los paseos en buggy por la zona llevan a conocer espectaculares lagunas de agua dulce, como Tatajuba, donde se puede descansar en redes que cuelgan a pocos centímetros del agua. Las lagunas Azul y Do Paraíso tienen aguas de un turquesa que encanta y contrasta con el blanco de sus arenas.
De vuelta en Jeri, la llamada “duna do Por do Sol” es en punto obligado para presenciar el espectáculo del atardecer. Este ritual diario suele estar seguido de una rueda de capoeira en la playa, ideal para terminar el día.
El resto es disfrutar de la playa, las coquetas posadas, los bares y restaurantes, el ambiente cosmopolita y esa magia que suele enamorar a los visitantes. Por las noches los bares se iluminan de farolitos de papel y velas que invitan a pasar una noche especial.
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