Inicio
Experiencias

Experiencia salvaje en el Parque Nacional Kruger

Visitar el mítico Parque Nacional Kruger es una experiencia inolvidable, y el doble de provechosa si se lo recorre junto a expertos en la zona. En ese sentido, tuve el placer de hacer mi primer safari en Sudáfrica con Nhongo Safaris, compañía que ofrece servicios personalizados y a medida, y que cuenta con un lodge boutique propio en Marloth Park, a metros del río Cocodrilo.

En mayo de este año tuve la posibilidad de cumplir uno de mis grandes sueños: conocer el Parque Nacional Kruger, uno de los más salvajes y extensos del mundo (tiene nada menos que 350 km. de largo y 60 km. de ancho, aproximadamente).

Viajé a Sudáfrica para cubrir la feria Indaba –invitada a través de este medio por South African Tourism y South African Airways–, y aproveché la ocasión para concretar la visita al parque, de la mano de Nhongo Safaris, especialistas en la materia.

Fue el propio Dean Cherry, director de la compañía, quien pasó a buscarme muy temprano por el hotel en el que me alojaba en Johannesburgo para trasladarme hasta el punto de encuentro con Amanda Hewett, la experimentada guía con la que –junto a Christina Kring, amiga y gran conocedora de la zona– compartimos tres días inolvidables de avistaje de animales. Así, en Nelspruit, capital de la provincia de Mpumalanga (a cuatro horas y media de viaje desde Jozi), me despedí de Dean para cambiar del vehículo 4x4 a uno abierto, y comenzar a aprovechar cada minuto dentro del Kruger.

Ingresamos por Malelane Gate, en la parte sur del parque, ya que al contar con pocos días de safari es recomendable recorrer esa zona, puesto que es la que cuenta con mayor concentración de animales y el visitante tiene más posibilidades de ver a los “Big Five”: el elefante africano (hay aproximadamente 12 mil en todo el parque), el león (el carnívoro más grande y más fuerte de África, tan poderoso que puede llevar el doble de su peso en sus mandíbulas), el leopardo (el más difícil de ver; es muy escurridizo y bien camuflado), el rinoceronte blanco y el búfalo, los cinco más codiciados del parque.

“No hay que generarse grandes expectativas. Tenemos que transitar los senderos y disfrutar de lo que vemos a cada paso. Si sólo esperamos ver ‘gatos’ (felinos), puede que no tengamos suerte y no es bueno irse desilusionado. Aunque sea un buen motivo para regresar.” Sabias palabras de Amanda al comienzo del primer game drive, además de las principales advertencias de seguridad: no sacar los brazos por fuera del vehículo (no estamos en un parque temático, sino en el mismísimo Kruger, y hay predadores), no pararse mientras el vehículo está en marcha y guardar silencio, sobre todo al estar frente a los animales. No sólo por respeto y precaución, sino porque la clave está en disfrutar de ellos, en observar sus hábitos, en verlos en su hábitat, en su belleza… Menos fotos y más sentidos activados es una ecuación que vale la pena, sobre todo para los que amamos a los animales. Llegan a emocionar hasta las lágrimas.

SABANA SUDAFRICANA.

Los ojos requieren de cierto entrenamiento para el avistaje de animales, ya que se encuentran muy bien camuflados entre los pastizales, árboles, arbustos y piedras de la sabana. Por eso es valioso recorrer el parque acompañado de un guía y en un vehículo acorde (los de safari son abiertos, tienen mayor altura y permiten una visión más amplia). En ese sentido, Amanda no sólo nos indicaba hacia dónde mirar, sino que nos proporcionaba información muy interesante sobre cada especie, nos mostraba las huellas de los animales en los senderos no pavimentados y estaba en contacto permanente con otros guías, intercambiando información sobre los sitios en los que se podían encontrar algunos de los “Big Five”.

Debo decir que fuimos muy afortunadas en nuestros días de safari. Si bien no vimos al leopardo (la figurita difícil), nos topamos con una chita, una especie aún más difícil de ver y que se encuentra en peligro de extinción por cuestiones territoriales.

Pero, como dijo Amanda, no se trata sólo de ver “gatos”. En el parque pueden apreciarse una enorme cantidad de mamíferos, aves, reptiles e insectos, además de una flora muy particular, y paisajes que van cambiando de forma y color a cada paso, siempre bajo un cielo azul intenso.

LA NOCHE EN EL LODGE.

Nhongo Safaris cuenta con su propio logde boutique: el Nhongo Lodge, en las cercanías de una de las entradas al parque: el Cocodrile Bridge Gate, donde estuvimos cada mañana antes de las 6 AM, siendo aún de noche, no sólo para aprovechar la jornada al máximo sino porque los mejores momentos del día para el avistaje son las primeras horas de la mañana y las previas al atardecer.

El Nhongo Lodge está emplazado precisamente en la Reserva Marloth Park, fuera del parque, aunque a metros de sus alambrados de contención, lo que también permite el avistaje al regresar del safari, puesto que está a metros del río Cocodrilo.

Jamás voy a olvidar las noches en el lodge: silencio, tranquilidad, desconexión… contexto inusitado para quienes vivimos en las grandes urbes. Además, disfrutamos de los deliciosos platos preparados por Steven Turcsik y de la grata compañía de Chiedza Matambo, encargada del lugar y dueña de la sonrisa más linda que vi en mi vida.

Y qué decir de la noche de despedida: Steven nos agasajó con un “braai”, un asado típico sudafricano. Todos comimos y conversamos en torno al fuego, bajo las estrellas y rodeados de animales curiosos que se acercaron a las inmediaciones del lodge, entre ellos ciervos, impalas y ¡una pitón de más de 2 m. de largo!

Una mención aparte merecen los sonidos de la noche en la sabana: el rugido de los leones, los llamados de las hienas y los gruñidos de los hipopótamos son moneda corriente al apoyar la cabeza en la almohada e intentar conciliar el sueño.

Por todo lo narrado, puedo aseverar que la experiencia auténtica y personalizada que ofrece Nhongo Safaris cumple con creces su filosofía y eslogan: “Llegar como extraños e irse como amigos”.

TIPS PARA EL VIAJERO

Cómo llegar: vía San Pablo, desde donde South African Airways opera vuelos diarios a Johannesburgo. Desde Argentina conecta con Aerolíneas Argentinas, Latam y Gol, y para los regresos también con Turkish Airlines y Qatar Airways.

Cuándo viajar: se puede visitar durante todo el año. En cuanto al clima, las temperaturas mínimas y máximas varían de acuerdo a la estación. Primavera: 23°C/30°, verano 26°C/32°, otoño 22°C/29° e invierno 17°C/26°.

Dónde alojarse: en Nhongo Lodge y diversas opciones ofrecidas por Nhongo Safaris.

Idioma: inglés.

Vacunas: contra la fiebre amarilla (obligatoria para entrar a Sudáfrica).

Visa: no se necesita.

Moneda: rand sudafricano (US$ 1= ZAR 13).

Imprescindibles: linterna, bloqueador solar, repelente, antialérgico, gotas para los ojos, lentes se sol, sombrero/gorro, mapa, cámara de fotos.

Precauciones: es necesario tomar medicación contra la malaria (ver recuadro). Cuidado con los monos, ya que buscan comida y pueden robar objetos.

Gastronomía y tiendas: para recuperar energías y continuar con el safari el parque cuenta con diversos paradores que ofrecen opciones gastronómicas de primer nivel, además de tiendas de souvenirs y artículos varios.

Sugerencia: comprar el libro/guía del parque, disponible en español y en todas las tiendas del parque dado que contiene información útil, mapas y una guía de animales, ideal para ir tildando los que se ven durante las jornadas.

Informes: [email protected]/ www.nhongosafaris.com.

Temas relacionados

Deja tu comentario