La uva blanca Chardonnay le aporta el aroma delicado, la tonalidad amarilla o verde y los altos niveles de frescura y suave textura, donde se sienten algunas notas de flores blancas, cítricos e incluso frutas exóticas. La Pinot Noir pincela de rosa intenso el preparado, le confiere el sabor de los frutos rojos y las especias, y la presencia vigorosa de los vinos con personalidad. La tríada mágica se completa con la Pinot Meunier, con sus tintes frutados y delicados. Esta alquimia llamada champán tiene como base esos tres elementos, pero involucra secretos que tienen su origen en la región de Francia de Champagne Ardenne, donde justamente se produce el champán de denominación de origen.
Francia: en busca del origen del mejor champán del mundo
La cadencia del burbujeo, la claridad del líquido, el aroma que nos retrotrae a la naturaleza en sus diferentes expresiones y el sabor que nos conecta a placeres extra terrenales, incluso para legos o abstemios… todo eso hace un buen champán. Pero para que esto suceda tiene que transcurrir un largo y meticuloso proceso, que podría resumirse en el método de Champenoise, que consiste en incorporar cierta cantidad de levaduras seleccionadas y licor de tiraje para producir una segunda fermentación. Los pasos siguientes son la clarificación, el “assemblage” –el sutil arte del mezclado-, la estabilización, el tiraje… Y luego el traslado a la bodega para iniciar otra cadena de prácticas que se deben cumplir a la perfección, casi como un método científico, pero con la magia de lo artístico: la toma de espuma, el envejecimiento, el removido, el degüelle y el dosaje.
Todo un arte para los sentidos donde la naturaleza interviene, pero también lo hacen las leyes de la física y la química, la mano del hombre, el clima, el suelo, la geografía. Veamos los orígenes y el resultado de este vino espumante protagonista de festejos y alegrías. Para ello hay que viajar hasta la región de Champagne Ardenne, ubicada al este de París, en la frontera con Bélgica, donde si bien el champán es el máximo y absoluto protagonista, lo cierto es que la zona también despliega poblados históricos, sitios declarados Patrimonios de la Humanidad y, obviamente, una gastronomía que está a la altura de las circunstancias para maridar con la bebida.
Regiones vitivinícolas de Francia.
A 120 km. al este de París, Champagne Ardenne se extiende a lo largo de 35 mil ha., divididas en cuatro regiones vitivinícolas de Francia: la Grande Montagne de Reims, la Côte des Blancs, la Vallée de la Marne y la región de Aube. Existe un circuito que cubre 600 km. con alrededor de 80 puntos para conocer los entretelones de esta bebida espirituosa.
Comenzando a desandar el camino, en Montagne de Reims -ubicado entre los ríos Marne y Vesle- predomina el cultivo de la Pinot Noir, que se integra muy bien con el terreno calizo. El recorrido puede iniciarse en Reims o Epernay y se extiende unos 70 km. por una ruta panorámica que se adentra en el parque regional natural. Hay mucho para ver en materia de viñedos, bodegas y casas de champán, pero aquí una selección: Soutiran, Paul Dethune y Serge Pierrot (Ambonnay); Bouzy Rouge, Edmond Barnaut, Herbert-Beaufort y Vesselle (Bouzy); o GH Martel et Cie, GH Mumm, Lanson, Louis Roederer, Pommery y Ruinart (Reims), son algunas de las alternativas, muchas célebres, otras de bajo perfil.
De las primeras vale la pena conocer GH Mumm, que se puede considerar una dinastía de bodegueros, cuyas raíces se retrotraen al siglo XII. Con 8 millones de botellas comercializadas y presente en más de 100 países, se adjudica el tercer puesto en casas de champán en el mundo. Para conocer el secreto de su éxito y los sabores más intensos, el establecimiento ofrece visitas tradicionales y temáticas, con degustación incluida de, por ejemplo, el Cordon Rouge, un exponente de excelencia que se distingue por su estilo penetrante.
Para paladares exigentes, Pommery derrocha buen gusto y sofisticación tanto en sus botellas como en la propia casa donde se aloja el champán. Es que el establecimiento data de 1868 y fue construido en estilo isabelino, desplegando 18 km. de sótanos y canteras galo-romanas donde descansan 20 millones de botellas que irradian el espíritu de la marca: ligereza, frescura y delicadeza.
La Côte des Blancs, en cambio, es la cuna del Chardonnay, con sus poblados bucólicos que florecen sobre la ladera de la montaña. El trayecto para cubrir esta zona se inicia en Epernay o Villenauxela-Grande y atraviesa sitios de gran belleza donde se pueden visitar más viñedos con sus respectivas bodegas, como Waris-Larmandier, en Avize, un emprendimiento a pequeña escala con 20 años de funcionamiento. O quizás conocer en Epernay champañeras como Achille Princier, donde descubrir su bodega del siglo XVIII y degustar un Achille Princier Brut. Pero no hay que irse de este sitio sin pasar por un clásico invaluable, como Moët et Chandon, con sus joyas únicas como Imperial, Rosé Imperial, Néctar Imperial o Grand Vintage. Perrier-Jouët es otro destino imperdible para los amantes de esta espirituosa, donde el visitante podrá adentrarse en un establecimiento de 1811 y deleitarse con un Belle Epoque 2002 Vintage, con todo su charme y armonía.
En la Vallée de la Marne se extienden más viñedos regados por el río homónimo, en terrenos ricos en arcilla y aluvión, donde se cultiva principalmente Pinot Meunier, ya que esta variedad es más resistente a las heladas. Por último, la región de Aube es menos turística, pero despliega poblados igualmente interesantes, como Bar-sur-Aube, Bar-sur-Seine, Bayel, Brienne-le-Château y Clairvaux.
¿Qué hacer en Reims, la capital de los reyes?
Sofisticada como los champanes producidos en la región, Reims nació y creció en cuna de oro. La mayor ciudad de la región –si bien no es la capital- fue durante el Antiguo Régimen lugar de coronación de los reyes. En aquel momento la ceremonia se iniciaba en la catedral Notre-Dame, construida en el siglo XIII en estilo gótico, para continuar con un banquete en el palacio de Tau, ambos declarados Patrimonio de la Humanidad. La tríada de imponentes edificaciones distinguidas por la Unesco se completa con la basílica de Saint Remi, que conserva la nave y los transeptos del siglo XI.
Entonces uno puede imaginarse la forma en que los reyes preparaban sus atuendos en el palacio y cómo se desarrollaban la ceremonia y la fiesta. Esto sucedió a lo largo de unos 900 años, de 990 a 1825. Desde 1972 el palacio es un museo que exhibe la estatuaria y la tapicería de la catedral, así como relicarios y objetos que fueron testigos de la coronación de los monarcas.
Otro sitio para conocer en esta ciudad de Francia es el palacete Le Vergeur, construido entre los siglos XIII y XVI, que sufrió algunos destrozos durante la Primera Guerra Mundial. Actualmente alberga un museo con pinturas y esculturas, donde destacan varios grabados de Durero.
Más monumentos y palacetes renacen a lo largo de los bulevares que delimitan la ciudad que en la guerra fue destruida en un 80%. Con los años la urbe se reconstruyó y creció forjando barrios, muchos de ellos colindando con los viñedos. Por eso, luego de una visita a las bodegas y sitios históricos, vale la pena disfrutar de la buena mesa típica de Francia en algún restaurante de la rue de Vesle o en la place Drouet-d'Erlon, donde se concentra el ambiente animado. Los bizcochos llamados biscuits roses –una especie de vainillas pero de color rosado y bien crocantes- constituyen un acompañamiento perfecto para una copa de champán, aunque dicen los entendedores de la buena gastronomía que es mejor combinarlo con una taza de té o para elaborar otro clásico de la zona: la torta Charlotte.
Epernay: la capital del champán.
A 25 km. al sudoeste de Reims abre sus puertas Epernay, la denominada “Capital del champán” en Francia que invita a descubrir sus más de 100 km. de bodegas y túneles donde se aloja este brebaje. No por nada una de sus arterias principales se llama Avenida del Champagne, y es allí donde se encuentran las casas de champán reconocidas mundialmente. Allí también se pueden ver mansiones del siglo XIX, la mayoría delineadas en los estilos neorrenacentista o clásico, que conservan todo el charme y el buen gusto francés.
Como The Town Hall, una residencia erigida en 1858 que despliega lujosas salas como The Mariage Hall, y sobre todo un parque digno de admiración. Del mismo modo, The Orangerie sorprende por su belleza natural en medio de la ciudad. Perteneciente a la firma Möet et Chandon, fue diseñado durante el Primer Imperio (1807) y concebido como un parque de naranjos. Si bien hoy no está abierto al público, se lo puede apreciar desde la Av. del Champagne.
Como epílogo de la travesía, nada mejor que una copa de champán y una “picada” preparada al estilo de Francia, con productos y recetas de la zona. Entonces no deberán faltar l'andouillette de Troyes, un embutido de cerdo al que se le añade cebolla, sal y pimienta, que se come asada, en salsa o como aperitivo; el jamón de Ardennes, que se caracteriza por su carne sabrosa y magra; y la estrella de la zona que está a la altura de las circunstancias del mejor champán: la trufa. Ahora sí un brindis –salud!- por otra travesía por esta magnífica región de viñedos de Francia.
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