Según la historia oral, que siempre es más emotiva que aquello que queda escrito, allá por 1900 a Antoní Gaudí le preguntaron cuándo iba a terminar la obra de la Sagrada Familia. Él contestó: “No importa cuándo, este cliente tiene todo el tiempo del mundo”. Una inmensa cuota que hace que Barcelona (capital de la comunidad autónoma de Cataluña y segunda ciudad más poblada de España) sea un imán de turistas a nivel global es crédito de la obra de Gaudí, ya no solo a la morfología local, sino a la historia de la arquitectura mundial.
No solo sería impensable recorrer la ciudad sin tener a Gaudí como el objetivo del itinerario, sino que es casi imposible. Porque si todos los caminos conducen a Roma, estando en Barcelona la sensación es que todas las calles de la ciudad son como ríos cuyo cauce natural hace navegar al visitante hacia alguna de las obras de Gaudí.
Puede parecer una exageración; de cualquier manera aquello de los caminos y Roma también lo es y funciona desde hace siglos.
Casa Batlló
Sobre Paseo de Gràcia casi Aragó, a 500 m. de la famosa plaza de Catalunya de Barcelona, el visitante puede encontrarse con una de las joyas de Gaudí: Casa Batlló.
Este edificio es una pieza clave en la arquitectura de Barcelona. Tras su excepcional fachada modernista, que refleja un mar en calma, se esconde todo un mundo de sorpresas y refinados detalles arquitectónicos.
Más que ingresar, la palabra correcta aquí sería sumergirse. Porque Batlló es la materialización de lo que Gaudí imaginó como el mundo submarino, con sus colores, formas y figuras.
La visita comienza por la planta Noble, la antigua residencia de la familia Batlló, donde descollan los grandes ventanales a la calle, las aberturas de madera con formas caprichosas y el cielorraso en espiral; continúa por el desván, la azotea y las míticas chimeneas, donde se encuentra el famoso espinazo del dragón vencido por Sant Jordi, y la técnica del trencadís alcanza su máxima expresión; y el patio de luces, que posibilita ver la cara posterior de la casa, tan evocadora como la fachada.
Construido entre 1904 y 1906, el edificio es una obra maestra que seduce por su diseño extremo, la refinada sucesión de detalles artísticos, el uso creativo de los materiales y del color.
La luz, símbolo de la modernidad, es uno de los principales elementos constitutivos de la casa Batlló. Las ventanas ensanchadas al exterior, los balcones, las claraboyas y ventanas interiores, hacen que la luz natural bañe cada rincón de la morada.
Casa Batlló es una explosión de colores y formas enigmáticas, la interpretación de un sueño, un lugar de reflexión sobre la capacidad del arte y el diseño.
En su conjunto, reviste una enorme fuerza evocadora del mar, la mediterraneidad, el naturalismo, la teatralidad, el carnaval y la magia.
La Sagrada Familia
No hace falta ser un devoto del catolicismo para estremecerse ante la grandiosidad y elocuencia arquitectónica de la Sagrada Familia, ícono de Barcelona. Basta con ingresar para ser transportado a otro mundo y alcanzar esa trascendencia tantas veces prometida por la fe.
El viaje comienza desde el mismo momento en que el trazado urbano de la ciudad permite visualizar la fachada de la basílica.
Para que el impacto alcance la magnitud que se merece es recomendable llegar caminando por las calles de Barcelona, a la vez que renunciar a la tentación de quedarse solo con la muestra del exterior del edifico, que por su espectacularidad atenta contra la capacidad de asombro máxima del visitante.
A finales de 1883 se encargó a Gaudí la continuación de las obras de esta iglesia monumental, labor que no abandonó hasta su muerte, en 1926.
El proyecto de Gaudí consistía en crear una iglesia de grandes dimensiones con una fuerte carga simbólica, tanto arquitectónica como escultóricamente, con el objetivo final de ser una explicación catequística de las enseñanzas de los Evangelios y de la Iglesia.
Junto a las tres fachadas del templo (Nacimiento, Pasión y Gloria), cada una con su relato bíblico en formas escultóricas, las torres dan el carácter monumental a la obra.
Si bien en la actualidad hay ocho torres erguidas con un promedio de 120 m. de altura, Gaudí dotó a la Sagrada Familia de 18, 12 por los Apóstoles, cuatro dedicadas a los evangelistas, una a la Virgen María, y la mayor, de 170 m., a Jesús.
Quizás las figuras más reconocidas son las que rematan las torres de los Apóstoles: escudos con la cruz de mosaico veneciano y esferas blancas que simbolizan la mitra episcopal.
En el interior de la Sagrada Familia, aún más sorprendente que la fachada externa, Gaudí imprimió al máximo un estilo personal y orgánico, inspirado en las formas de la naturaleza.
El uso de las 36 columnas del templo en forma de tronco de árbol le permitió una solución técnica a la vez que estética, ya que convierte el interior de las naves de la iglesia en un espacio semejante a un bosque.
Gaudí estructuró toda la planta de este emblema de Barcelona en base a un módulo fundamental de 7,5 m., que según él era la medida del “árbol-hombre” ideal, la proporción perfecta dada por la naturaleza.
Park Güell
“El arquitecto del futuro se basará en la imitación de la naturaleza, porque es la forma más racional, duradera y económica de todos los métodos.” Park Güell es la obra de Gaudí en la que la naturaleza y la arquitectura llegan a una identificación plena y sorprendente.
El Park Güell fue un intento de crear una urbanización en plena naturaleza en la antigua villa de Gràcia, un proyecto inmobiliario ambicioso impulsado por Eusebi Güell, mecenas de Gaudí, en Barcelona.
La propiedad, de terreno irregular, tenía 15 hectáreas y se debían levantar un total de 40 casas unifamiliares. Finalmente solo se construyeron dos, una de las cuales fue ocupada por el propio Gaudí y es actualmente su Casa-Museo.
El arquitecto trabajó entre 1900 y 1914 en las obras de acondicionamiento del Park Güell, proyectando sus inquietudes urbanísticas con la construcción de caminos, porches y viaductos plenamente integrados a la naturaleza.
La imaginación desbordante propia de la obra de Gaudí se hace patente en los pabellones de entrada al recinto; la escalinata con el famoso dragón de cerámica de colores; y la sala de 86 columnas que soporta el peso de la gran plaza blanca de bancos ondulados y coloridos, donde la técnica del trencadís se vuelve hipnotizante.
Casa Milà
Conocida popularmente como La Pedrera, Casa Milà conjuga fantasía y funcionalidad. Es en este lugar de Barcelona donde Antoni Gaudí culminó su carrera, concibiendo un edificio modernista y adecuado a las nuevas necesidades sociales, sin olvidar nunca su fuente de inspiración principal: la naturaleza y las formas orgánicas.
El encargo de Pere Milà de construir un edificio de viviendas dio la oportunidad a Gaudí, entre 1906 y 1912, de hacer realidad una de sus obras más completas.
Ocupa todo un chaflán del paseo de Gràcia del barrio de l’Eixample, una zona central de Barcelona que define, con su racional trama urbana diseñada por Idelfons Cerdà, rica en joyas modernistas, arboladas y luminosa, la personalidad de la ciudad.
Gaudí levantó un edificio de estilo modernista sorprendente, organizado alrededor de dos patios internos que proporcionan ventilación y luz a cada planta.
El protagonismo de las formas curvas y sinuosas en La Pedrera es rotundo, tanto en el exterior como en el interior.
En la fachada de la Casa Milà, un mar en movimiento, las oleadas juegan con las algas de hierro forjado que sirven de reja a los balcones. Los grandes bloques de piedra son una especie de piel que recubre el esqueleto del edificio; mientras que las chimeneas, que parecen vigilar el ritmo de la ciudad desde lo alto de la azotea, recuerdan las siluetas de guerreros de relatos mitológicos.
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