La Catedral de Sal de Zipaquirá es, sin lugar a dudas, uno de los más fascinantes atractivos turísticos no solo de Cundinamarca, sino de toda Colombia. Este monumento subterráneo, que se encuentra a aproximadamente 200 metros bajo tierra, fusiona de manera extraordinaria la arquitectura y la geología.
A continuación, te contamos sobre este hermoso lugar que es ahora patrimonio cultural y natural de la Región Andina.
Catedral de Sal, patrimonio cultural y natural de Colombia
Desde su inauguración en 1995, ha cautivado a miles de visitantes anualmente, convirtiéndose en un símbolo de la historia cultural de la región andina. La belleza de este lugar no radica solo en su imponente estructura, sino también en la profunda conexión espiritual que evoca en quienes la visitan.
Cada rincón de la Catedral de Sal ofrece una experiencia única que transporta a los visitantes a un mundo donde la fe, la historia y la naturaleza se entrelazan.
Recientemente, la Catedral de Sal de Zipaquirá fue declarada como referente del Patrimonio Cultural, Natural y de Interés Histórico de la Región Andina por el Parlamento Andino, un reconocimiento que resalta su importancia no solo en el ámbito nacional, sino también a nivel regional.
Esta declaratoria se suma a la que ya había recibido por parte del Ministerio de Cultura de Colombia, que la había reconocido como patrimonio cultural, religioso y ambiental del país.
La decisión reafirma la importancia de lugares que representan momentos clave en la historia de los pueblos andinos y subraya la necesidad de proteger y promover este invaluable patrimonio.
Historia y tradición en la Catedral de Sal de Zipaquirá
La Catedral de Sal fue construida en antiguas minas de sal, lo que la convierte en un testimonio viviente de la historia geológica y cultural de Zipaquirá. En su interior, los visitantes se enfrentan a un ambiente donde el olor mineral y la oscuridad crean una atmósfera mágica.
Un juego de luces resalta las impresionantes rocas talladas y los túneles que albergan estaciones del viacrucis, guiando a los visitantes a través de un recorrido que es tanto espiritual como educativo.
A medida que uno se adentra en este laberinto de sal, se encuentra con tres naves impresionantes: la del nacimiento y bautismo, la de la vida y la muerte, y la de la resurrección, cada una con un altar que invita a la reflexión y la contemplación.
Uno de los principales atractivos de la Catedral es la diversidad de alternativas que ofrece a sus visitantes. Las naves están adornadas con esculturas meticulosamente talladas, como "La Piedad", que presenta un rostro con fuertes rasgos indígenas en honor a los Muiscas, los primeros habitantes que aprovecharon la sal de esta región.
También destaca el "Ángel Guardián", una obra del escultor italiano Ludovico Consorte, que data de 1950. Sin embargo, uno de los puntos más impactantes es el espejo de agua, que anteriormente era una salmuera, y cuyas aguas tranquilas están iluminadas para crear un efecto óptico que da la sensación de flotar en un vacío subterráneo.
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