Cuando pensamos en cine, casi siempre nos vienen a la mente las grandes producciones de Hollywood. Pero, ¿qué tal si el cine fuera también una ventana para descubrir la riqueza de nuestro propio país? Colombia, con su impresionante diversidad cultural y geográfica, tiene historias únicas que contar y el Eje Cafetero, en particular, se ha convertido en el escenario perfecto para narrar relatos que entrelazan tradición, naturaleza, fantasía y memoria.
Cada película o serie filmada en el Eje Cafetero es una invitación a conocer su cultura, recorrer sus pueblos y dejarse encantar por su esencia.
En los últimos tiempos, varias producciones han enfocado su lente en esta región emblemática, conocida por sus montañas verdes, casas coloridas y el aroma inconfundible del café recién colado. A continuación, te presentamos cuatro obras que definitivamente no puedes dejar de ver.
1. Café con aroma de mujer: entre cafetales y amores imposibles
No hay mejor punto de partida para este viaje cinematográfico que uno de los clásicos de la televisión colombiana: Café con aroma de mujer. Esta telenovela, emitida por primera vez en 1994, abrió las puertas del Eje Cafetero al imaginario colectivo del país y del mundo.
La mayor parte de la serie se filmó en Manizales y en el pintoresco municipio de Filandia, Quindío. La famosa Hacienda Casablanca de la historia es, en realidad, la Hacienda Venecia, un lugar que aún hoy conserva su arquitectura tradicional y ofrece recorridos que mezclan el turismo cafetero con anécdotas de la producción.
Filandia, con sus casas de balcones floreados y calles empedradas, fue otro de los escenarios claves. Ver Café con aroma de mujer es más que seguir una historia de amor: es entrar en contacto con una Colombia rural.
2. El Páramo: entre la niebla y el misterio
El Páramo es una película de suspenso psicológico que transporta a los espectadores a un escenario solitario y sobrecogedor: una base militar abandonada a 4.300 metros de altitud, donde un grupo de soldados descubre que algo o alguien no está bien.
La cinta fue grabada en la Base Militar Cerro Gualí, en la vía que conecta Caldas con Tolima. Este punto, ubicado cerca del Parque Nacional Natural Los Nevados, es una joya para quienes disfrutan del ecoturismo con tintes de aventura.
Los frailejones que aparecen en la película son los mismos que se ven en los recorridos por esta zona, donde no es raro toparse con historias de fantasmas contadas por los militares que patrullan los alrededores.
Lo curioso es que, sin necesidad de efectos especiales rimbombantes, el paisaje mismo se convierte en personaje. En cada sombra, en cada ráfaga de viento, hay algo que perturba. Y es ahí donde el Eje Cafetero muestra su rostro más enigmático.
3. Encanto: realismo mágico en versión animada del Eje Cafetero
Encanto es la película animada de Disney ganadora del Óscar. Para dar vida a los Madrigal, una familia con poderes mágicos, los animadores visitaron Armenia, Salento, Quimbaya y otros municipios del Quindío y Risaralda. La Hacienda Bambusa, en Armenia, sirvió de inspiración para la casita de la familia.
Y los paisajes del Valle del Cocora con sus altísimas palmas de cera se transformaron en los alrededores del pueblo encantado.
A su vez, el trasfondo de violencia y desplazamiento que afecta a la familia remite a La Violencia de mediados del siglo XX. Así, detrás de los colores vibrantes y las canciones pegajosas, hay una historia de resiliencia muy nuestra.
Ver Encanto es una forma maravillosa de reencontrarse con la esencia del Eje Cafetero, especialmente si luego decides recorrer en persona los paisajes que sirvieron de inspiración. Para los más pequeños, esta es la excusa perfecta para enamorarse de sus raíces.
4. Rapunzel, el perro y el brujo: cuentos oscuros entre cafetales
Finalmente, si te interesa el cine independiente con sabor local, no dejes de ver Rapunzel, el perro y el brujo, la primera película completamente producida en el Quindío. Escrita y dirigida por Andrés Roa, esta cinta explora el género del “asusto”, una categoría andina que mezcla lo sobrenatural con la tradición oral.
La historia se desarrolla en Buenavista, un municipio que, más allá de su belleza paisajística, se convierte en un portal hacia lo desconocido. Entre las locaciones principales está la Reserva Natural Santa Rita, un espacio que conecta con los mitos de los bosques. También se utilizó la Finca Maracaibo, una edificación de 1936 que le da a la película un aire clásico y enigmático.
Rapunzel, el perro y el brujo es una joya escondida, una obra que rescata los cuentos que los abuelos narraban al calor de una vela. Y ver esta película es también una invitación a visitar el Quindío con otros ojos, atentos a los murmullos del bosque y las historias que se esconden entre cafetales.
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